Partimos de la base de que cada caso es un mundo y que nos podemos encontrar con diversas dinámicas familiares, así como con chicos y chicas con diferente temperamento y/o diferentes problemas emocionales. Por ello, habrá que evaluar cada caso para poder entender cuál es exactamente el problema o los problemas, así como explicar el origen y mantenimiento de las conductas agresivas. No obstante, en nuestra experiencia, la mayoría de casos de violencia flio-parental, suponen un problema de conducta, y, por tanto, un problema adquirido.
Es decir, en la mayoría de casos los hijos y las hijas realizan conductas agresivas para conseguir sus objetivos, que pueden ir desde la obtención de cosa materiales, recibir atención, descargarse o desahogarse de emociones negativas, evitar una regañina o evitar cumplir una norma, e incluso conseguir la sensación interna de poder y control sobre los padres y madres. Así, pese a que nos encontramos con un problema muy serio y que daña mucho a padres, madres, hijos e hijas, queremos aportar una visión optimista acerca de la solución de los mismos, ya que, si son formas de reaccionar aprendidas, se puede resolver desaprendiéndolas y aprendiendo formas más adaptativas de reaccionar y comportarse, que les permita vivir adecuadamente en familia y ser personas más felices. Eso sí, este proceso no es fácil, requiere de mucha implicación por las dos partes, de mucha paciencia y de mucho esfuerzo.
Si tu hijo o hija ya está presentando conductas agresivas sistemáticas, reiteradas y mantenidas en el tiempo, con una alta probabilidad será necesario realizar, tanto con vosotros como con vuestro hijo o hija, una intervención guiada por un/a profesional.
En este punto, la primera alternativa que os proponemos sería acudir a un/a profesional con el objetivo de que evalúe el caso, que confirme si es o no un problema aprendido y relacional y que realice un trabajo, tanto con vosotros/as como con vuestro hijo o hija en aras a mejorar vuestra relación y a dotaros de las herramientas y estrategias necesarias a para afrontar las situaciones conflictivas y que cese la agresividad. Destacar que muy probablemente él o ella se niegue a acudir a terapia, ya que inicialmente tienen poca conciencia del problema y cierta tendencia a sentirse víctimas de la situación y responsabilizaros a vosotros/as o a causas externas, de su problema. Pese a eso, no dejéis de ir vosotros/as para que evalúe y os de pautas que os ayuden a manejar su conducta y las situaciones difíciles con él o ella. En nuestra experiencia, aunque lo ideal es trabajar con las dos partes, trabajando sólo con los padres y madres también se consiguen cambios.
A la hora de solicitar ayuda en este sentido, podéis recurrir a diferentes recursos según las circunstancias. Un primer paso puede ser confiar y dejarse guiar por el gabinete psicopedagógico del colegio o el instituto de vuestro hijo o hija. También podéis recurrir a terapia privada (aunque económicamente no es una opción accesible para todo el mundo). Así mismo, dependiendo de la Comunidad Autónoma, existen recursos públicos como programas específicos para familias, en los servicios sociales de base. Por último, la Fundación Amigó, cuyo objetivo ha sido siempre dar respuestas efectivas a las problemáticas sociales y familiares que van surgiendo, cuenta con el Proyecto Conviviendo. Un servicio de orientación socioeducativa ante el conflicto familiar gratuito para familias en riesgo de exclusión social.
En el caso de que esta primera alternativa no funcione y con la ayuda de estos/as profesionales no se logren cambios en la dinámica familiar y relacional, ni en las conductas agresivas de los chicos o chicas, el siguiente paso sería pasar a utilizar los mecanismos que ofrece el sistema judicial de menores. Así, se podrá iniciar un proceso judicial contra vuestro hijo o hija con el fin de que se le imponga una medida judicial que ayude a reconducir la situación. Las conductas reiteradas de violencia de los hijos o hijas en casa contra los padres, madres u otro miembro de la unidad familiar, están consideradas como un delito de maltrato en el ámbito familiar y pueden ser juzgados/as y condenados/as, atendiendo a la Ley de Responsabilidad Penal de los Menores (LORPM 5/2000). Para que se les pueda juzgar por la realización de conductas agresivas en casa-físicas o verbales, dirigidas a los padres o madres- debe existir necesariamente una denuncia por parte de estos. Una vez ha habido denuncia se les puede imponer una medida judicial.
Las medidas judiciales pueden ser de medio abierto (no privativa de libertad) o de internamiento (privativa de libertad). La Ley del Menor tiene un componente sancionador, pero también educativo y ofrece diferentes alternativas, salvaguardando siempre el interés superior del menor y pudiendo ofrecer, por tanto, la medida más adecuada a sus necesidades educativas. Atendiendo a los hechos y a las características personales, sociales y familiares, el Juez de Menores correspondiente, apoyado por el Equipo técnico de la Fiscalía de Menores, le puede imponer una medida de Libertad Vigilada (no privativa de libertad), consistente en que el chico o la chica sigue viviendo en casa pero supervisado/a y acompañado/a por un equipo de profesionales que realiza una intervención y se encarga del seguimiento de la medida judicial, enviando informes regularmente al juzgado en el que se detalla el correcto cumplimiento o no de la medida judicial impuesta. La medida dura un tiempo determinado, marcado por el Juez de menores correspondiente.