Aprovecho esta segunda entrega de mis aventuras para intentar contar lo poco que se, o he aprendido, de la cultura y las gentes de Filipinas. Pido disculpas de manera anticipada a todos los verdaderos conocedores de la cultura filipina por mis errores, y hago constar que esto son solo mis sensaciones.
Este es un país muy diverso, pero que se siente unido; el territorio está compuesto por más de siete mil islas y más de cien idiomas, de mayoría católica pero con un relativamente alto porcentaje de otras confesiones, no obstante todos sienten la bandera como propia. Es también un país de contrastes, entre ricos y pobres, entre mar y montaña, entre los propios barrios de las ciudades. Desde mi experiencia, hay algo que une a todos los filipinos y que constituye una manera de reunirse y socializar: la comida. Así como en España gustamos de reunirnos para tomar un café o una cerveza, los filipinos gustan de reunirse para comer, es por eso que cualquier calle de cualquier lugar cuenta con restaurantes o puestos de comida callejeros. Luis me dijo en una ocasión, “El filipino come una vez al día, de 7 de la mañana a 7 de la tarde”, y no le faltaba razón. La cocina se basa en arroz, para desayunar, para comer, para merendar, para cenar, de primero, de segundo, de postre… puede parecer agotador, pero no es difícil acostumbrarse, sobre todo si disfrutas de los sabores de las carnes, pescados o verduras que suelen acompañarlo. Más de una vez ha escuchado, de tal isla es típico tal plato, y hablar también más de una vez sobre las “Filipino Delicacies”, disfrutar de estos Manjares Filipinos” constituye una parte fundamental a la hora de ser ciudadano de esta nación. Sin ir más lejos, en mi tercer día en Manila, los hermanos Mark, Alvin y Listher me llevaron a comer “ballut” en lo que resultó ser el ritual de iniciación para los visitantes extranjeros. El ballut es un huevo que en vez de ser retirado nada más ponerse, se deja empollado un tiempo, y más tarde se hierve. He de reconocer que de aspecto no es muy apetecible, pero su sabor merece la pena. El hermano Benjie me dijo un día “Comer Ballut es el 50% de ser un verdadero filipino”, eso que tengo ganado, ahora ya solo me quedan “minucias” como aprender el idioma. Otro modo de reunirse es jugar al baloncesto; por doquier puedes encontrar canchas de baloncesto, muchas veces de manera improvisada, en la calle, con canastas móviles que transforman en cuestión de segundos carreteras en pabellones donde la gente se agolpa para ver el partido de la semana. Como antiguo jugador, conocer y divertirme con este deporte me ha servido para acercarme más a los chavales del FH, que por cierto, pese a su estatura, juegan muy bien (digo estatura porque aquí la media de altura es una de las más bajas del mundo). La última forma de reunión es el karaoke; en este punto no sé si es que la práctica hace al maestro o que sucede, pero todos parecen dotados de un especial arte para la música, y en cualquier lugar puedes encontrar a alguien cantando a todo volumen.
Como ya comenté anteriormente, la hospitalidad es uno de los rasgos más representativos de los filipinos, no he parado de recibir muestras de ello. Desde la acogida en el FH, hasta mi última visita a la isla de Bohol. En este viaje, tuve la suerte de conocer a Ronald, el que fuera mi conductor y guía durante mis vacaciones, que no dudó a la hora de invitarme a su casa a comer con su familia y cantar karaoke con ellos. También en el propio barrio donde resido, donde he estado de visitas acompañando al hermano Benjie; pese a no conocerme, la gente fue muy amable conmigo. Para finalizar, esta cualidad, unida a los casi 400 años de historia que nuestros países compartieron hacen sentir al español más cerca de casa. Cuando puedes ir a visitar Sevilla o Valladolid, cuando el apellido de alguien es Vázquez o Rodríguez, cuando la calle por la que nadas se llama Espíritu o cuando escuchas hablar tagalo y empiezas a oír “pero”, “lugar”, “pasajero”… de algún modo te sientes más conectado a ellos. Podría seguir narrando muchas más cosas sobre lo que he visto por aquí, pero relatar todas las costumbres y características de una cultura es una tarea inabarcable. Espero que estas pinceladas hayan servido para entender mejor a los filipinos, e incluso despertar la curiosidad acerca de ellos, porque sin duda poseen una cultura fascinante.