Con motivo de las I Jornadas Profesionales de Infancia y Adolescencia de Torrent, la Comisión de Infancia, organizadora de las mismas, decidió contar, para elaborar y servir el almuerzo, con jóvenes del CISLA de Fundación Amigó y del Centro Laura Vicuña, de la Fundación Mª Auxiliadora, en las que se imparten los certificados de profesionalidad de Servicios de bar y cafetería y operaciones básicas de cocina, por lo que sus alumnos y alumnas estaban capacitado/as y podían además poner en práctica sus conocimientos.
Y, así, lo/as jovenes Alejandra, Samuel, Luna y Tetiana, del Centro de Inserción Sociolaboral Amigó, CISLA, y cuatro alumno/as igualmente jóvenes del Centro Laura Vicuña, junto y bajo la supervisión de Esther, profesora de cocina de las dos fundaciones, y de Paco, profesor de cocina de CISLA, se pusieron, desde las 8h de la mañana, manos a la obra para rematar el almuerzo que los días anteriores habían estado preparando, para tener listos los bocaditos de pan casero con distintas mezclas exquisitas, y los dulces, cocas y cookies, también caseros, que se iban a servir. Mientras uno/as terminaban la comida, otro/as acudían a la terraza del edificio del «antic mercat», donde se desarrollaron las jornadas, a organizar el espacio, montar y vestir las mesas, disponer las viandas, para que a las 11, hora del almuerzo, estuviera todo listo.
Y a en punto, las ocho mesas estaban preparadas y, situado/as tras cada una de ellas, uno/a de lo/as ocho adolescentes, con sus jarras de café y leche, zumos, aguas y sus bandejas de comida, impecablemente colocadas -y también con su mochila de miedo y orgullo a la vez y sus cabezas bullendo con los últimos recordatorios de Esther («no abráis las botellas, las servilletas colocadlas así, acordaos, los vasos pequeños, para el cortado y el bombón, los medianos para el café con leche y los grandes, para los zumos y el agua, venga, una sonrisa, que todo va a salir bien!!»).
Enseguida empezaron a salir las/os primeros participantes y pronto la terraza se llenó con más de 150 personas con ganas de comer, beber y comentar. Las bandejas y las jarras se fueron vaciando. «Se me acaban los bocadillos, Samuel tiene más. Alejandra necesita más aguas. Tetiana, muy bien, necesitas algo?». Y los/as comensales: «está todo buenísimo», «qué amables sois», «enhorabuena, chicos y chicas»… La directora de una asociación se acercó a preguntar si se podría hacer un catering en su entidad.. En 45 minutos terminó el almuerzo, continuaron las jornadas y se empezó el desmontaje.
«El catering fue un éxito. La comida, las mesas perfectamente montadas y vestidas, el servicio. Una detrás de otra, se veían las caras y las manos de cada uno de los y las jóvenes camareras moverse con nervios pero seguras en el primer café y luego poco a poco más relajadas, disfrutando de la experiencia. Se unieron la profesionalidad y la emoción, el miedo y la falta de experiencia a las ganas de hacerlo bien y eso se palpó en el ambiente El rato en escena se les hizo corto, se quedaron con ganas de más, la adrenalina por las nubes, el sentimiento de «he podido y lo he hecho bien». Primer trabajo, primer contrato, todo el mundo satisfecho, entornos protectores, buen trato…Estamos abriendo puertas”, fueron algunas de las reflexiones del equipo y de las personas usuarias.