Aída vivió durante dos años en uno de nuestros centros de acogida de menores porque su situación no era la adecuada para su desarrollo integral. Hoy, Aída tiene 27 años y nos explica cómo cambió su vida pasar por nuestro recurso.
«Viví la separación reciente de mis padres, rebeldía, mala relación con mi madre y principio de consumo de estupefacientes. Cuando llegué al hogar me sentí acogida. Me adapté rápido, el ambiente familiar me ayudó mucho y me sentí querida por el grupo de niños y niñas, al igual que por los educadores a pesar de que a veces me pasé de rebelde».
Aída cuenta que durante su paso por el centro aprendió herramientas y habilidades que la ayudan en su etapa adulta. «Aprendí a llevar mejor una rutina y a valorar lo importante que es vivir en un hogar familiar sano. Tengo un recuerdo precioso, viví una buena experiencia esos años. Si lo tuviera que resumir en una frase, diría que fue un ejemplo de hogar familiar con educación, amor y buenos valores».