José Antonio Morala Salamanca ha sido nombrado nuevo director general de Fundación Amigó. Licenciado en Ciencias Matemáticas y Graduado en Trabajo Social, cuenta con una dilatada trayectoria en la entidad, donde ha ejercido como educador y director en distintos recursos desde 1995. Su experiencia incluye responsabilidades en la Colonia San Vicente Ferrer, Centro Zabaloetxe , Hogar Saltillo, Grupo de Convivencia Luis Amigó de Madrid o la Ciudad de los Muchachos Agarimo, así como puestos de dirección territorial en Madrid y Galicia, además de haber sido tesorero de la Fundación.
Su vinculación con la entidad viene de lejos. “Comencé mi camino amigoniano en el año 1995, pero en concreto con la Fundación Amigó mi vinculación comenzó en el año 2008 que me nombraron tesorero hasta el 2017. En octubre de 2007 comenzamos el Grupo de Convivencia Luis Amigó en Madrid, el cual dirigí hasta septiembre de 2016. En los últimos años de ese periodo también fui director territorial de Madrid y desde septiembre de 2016 director territorial autonómico de Galicia”, explica Morala.
Consciente de la dimensión actual de la Fundación, que cuenta con más de 650 profesionales y más de 80 proyectos sociales y educativos, afronta esta etapa con ilusión y responsabilidad. “Ser director general es un reto. Vengo de pasar mis tardes y noches con un grupo de niños, niñas y adolescentes en un recurso. Sin embargo, coordinar el equipo humano y acompañar los procesos que permiten que los/as profesionales de la Fundación realicen su trabajo me anima a dedicar todos los esfuerzos necesarios, a mirar esta nueva etapa con esperanza y a dar sentido a mi vida personal”.
Entre sus prioridades, destaca continuar el camino trazado en los últimos años por Rafael Yagüe, anterior director general: mejorar la organización interna, avanzar en la transformación digital, impulsar la planificación estratégica y mantener la fidelidad a la identidad amigoniana. “La riqueza de nuestra misión y valores es un don que debemos multiplicar, hacer llegar al mayor número de personas y lugares, y ofrecer a todos y todas quienes han experimentado o experimentan situaciones de vulnerabilidad”, subraya.
Morala también valora el crecimiento de la entidad en los últimos años: “Yo dejé la tesorería en 2017 y en ocho años se han triplicado las dimensiones económicas, el número de profesionales, de proyectos y centros y, lo más importante, de personas beneficiarias por nuestro trabajo. Esto nos plantea nuevos retos: mantener la identidad, actualizar procesos de gestión y encontrar recursos económicos que nos permitan seguir creciendo”.
Si hay algo que resalta del día a día de la Fundación son las personas que la integran. “Hablar de compromiso, identidad, profesionalidad, compañerismo y sensibilidad parecería un eslogan publicitario, pero en todos los lugares en los que he trabajado me he encontrado rodeado por una inmensa mayoría de personas así. Pese al cansancio o las dificultades, muchos profesionales viven su trabajo como un pilar del sentido de sus propias vidas”, afirma, convencido de que “ser educador/a o cualquier otra figura profesional en nuestros proyectos es realizar la tarea más hermosa del mundo, solo superada por la paternidad o la maternidad”.
De cara al corto plazo, Morala destaca cuatro grandes oportunidades de crecimiento para la Fundación: fortalecer la identidad amigoniana en cada presencia y proyecto, consolidar una propuesta educativa basada en la cultura del buen trato y la protección de la infancia, dinamizar los procesos de gestión, comunicación y coordinación interna, y ampliar la capacidad de generar fondos. “Más que obtener dinero, buscamos recursos que fortalezcan nuestros departamentos esenciales y aseguren la sostenibilidad de nuestra misión”, concluye.