Del 14 al 18 de julio, once niños, niñas y jóvenes del Hogar Amigó, acompañados/as por tres educadores/as, emprendimos un viaje con destino a St. Estèphe, un pequeño rincón en el sur de Francia que acabó convirtiéndose en mucho más que un lugar en el mapa: fue el escenario de una convivencia mágica, enriquecedora y llena de aprendizajes.
Nos esperaba la Fundación Apprentis d’Auteuil, con un grupo de chicos y chicas franceses dispuestos a compartir con nosotros/as no solo actividades, sino también risas, historias y momentos que quedarán en la memoria de todos y todas.
Desde el primer día, el ambiente fue acogedor. A pesar de las diferencias de idioma, la complicidad surgió casi de inmediato: bastaron unas miradas, un par de juegos y la ilusión común de vivir algo distinto.
Durante cuatro días intensos, disfrutamos de actividades que nos unieron como grupo y nos permitieron descubrir otras formas de convivir. Paseamos en barco, celebramos una barbacoa al aire libre, pasamos jornadas enteras en la playa entre hinchables, sol y mucha agua salada, y también dedicamos un día a explorar Burdeos, una ciudad tan elegante como vibrante, que nos ofreció un paseo entre cultura, arquitectura y buena compañía.
Más allá de lo que hicimos, lo verdaderamente especial fue cómo lo vivimos. La convivencia fue excelente: entre juegos, confidencias, canciones y hasta alguna que otra palabra aprendida en francés y español, surgieron amistades sinceras, de esas que no entienden de fronteras ni necesitan traducción.
Queremos dar las gracias de corazón a nuestros anfitriones por su acogida, generosidad y cercanía. Nos hicieron sentir como en casa desde el primer momento. Ojalá el año que viene podamos ser nosotros quienes les recibamos y devolverles todo el cariño que nos han dado.
Y, por supuesto, gracias a todas las personas e instituciones que hacen posible que este tipo de experiencias sucedan: gracias por creer en los encuentros, en la convivencia, en el valor de tender puentes y crear oportunidades para crecer juntos. Para nuestros/as niños, niñas y jóvenes estos días saliendo de su cotidianeidad y viéndose en un contexto diferente es de un valor incalculable en su proceso madurativo.
El viaje terminó, sí, pero volvimos con algo más que maletas llenas de ropa usada: regresamos con el corazón un poco más grande, con la sensación de haber vivido algo importante y con la certeza de que cuando se comparte desde el respeto y la alegría, el mundo se hace un lugar mejor.