La familia es el principal agente socializador para cada niño, niña o adolescente. Por ello, debemos saber conjugar adecuadamente firmeza, afecto y comunicación a la hora de acompañar a los hijos e hijas en su correcto crecimiento y maduración. Para ello, también es necesario que exista una coherencia entre todas las figuras educativas de nuestros hijos e hijas, tanto en el hogar como fuera del mismo, y priorizar la atención que necesitan, tanto en cantidad como en calidad.

Todos las personas somos agentes de socialización y de alguna manera tenemos influencia en la educación de la población infantil y adolescente. Debemos tomar conciencia de que cada día y en muchos contextos diferentes, todos/as nosotros/as somos ejemplo de valores. Podemos ser ejemplo de valores, pero también de antivalores. Según el caso, contribuiremos a sumar en los factores de protección o de riesgo de la violencia filio-parental. 

A nivel social, se ha normalizado el uso de la violencia y esto supone un factor de riesgo. Tenemos que saber reconocer el uso de la violencia fomentando la no tolerancia a la misma, detectando las formas más evidentes que tenemos integradas en nuestra vida, pero también las formas más sutiles, que son más difíciles de reconocer y detectar, poniendo en marcha una vez seamos conscientes de ello, acciones que la eliminen.

La sensibilización y visibilización de este fenómeno es fundamental para evitar así la estigmatización de las personas que viven esta situación. Reducir la vergüenza y la culpa que sienten muchas/os progenitoras/es que se encuentran en esta situación les va a permitir una mayor motivación en la búsqueda activa de ayuda y por tanto, dar el primer paso en la solución de un problema que tanto dolor causa.